10 de septiembre de 2012

Etapa 1. Oviedo-San Juan de Villapañada. 27 km.


Hemos desayunado algo en el albergue y hemos salido casi de noche y con la miniguía a mano.
Ayer vimos las conchas cerca del albergue así que las hemos empezado a seguir hasta que las hemos dejado de ver.
Es curioso cuando pierdes “las conchas”, vas un rato andando, y cuando descubres que ya hace un rato que no las ves, vuelves sobre tus pasos sin dejar de mirar al suelo, pruebas por las calles colindantes, vuelves otra vez a la calle de antes, y así, hasta que te aburres y pides ayuda.
Hemos ido preguntando a la gente y cada uno nos ha ayudado amablemente como ha sabido, incluso nos han llevado un rato hasta llegar donde nos indicaban.
El caso es que estábamos bastante perdidos, y el tiempo pasaba, ¡ya casi una hora y no hemos salido de Oviedo!.
Echo mano de la “guía extendida” que llevo en la mochila, que son unas fotocopias donde viene descrito al detalle el camino por etapas. Cogemos la que corresponde a ésta y ahí vienen los nombres de las calles que hay que seguir, con lo cual ya preguntamos a la gente por calles más concretas y así, buscando el bar “El Choque”, es como hemos encontrado las flechas amarillas ¡por fiiiiin, ya vamos por el “buen camino”!.
Lo cierto es que nos hemos confiado mucho en seguir las conchas del suelo y teníamos que haber consultado antes la guía, pero bueno, hemos parado a tomar un café en el barrio de La Florida, en las afueras de Oviedo, ya más tranquilos. Allí también había otro peregrino, el alemán de la risa de anoche, un chico con gafas y ahora muy muy serio. Ha partido antes que nosotros pero en dirección contraria. Al rato lo hemos visto volver y subir en la dirección de las flechas, ¡parece que él también anda un poco despistado!

Salimos de la ciudad por un parque muy grande llamado  “Camino de Santiago” y ya estamos en una carreterilla que poco a poco nos va introduciendo en un paisaje rural envuelto en la bruma mañanera.




Primeros paisajes rurales a la salida de Oviedo

Subiendo una cuesta están las primeras vacas y los primeros hórreos, San Lázaro de Paniceres, la primera población que viene en la miniguía, hemos hecho ¡¡¡4 Km.!!! Y hace más de 2 horas que salimos del albergue, ¡a este ritmo no llegamos ni en 20 días!




Primeros hórreos y primeras cuestas

 Pero se nos va quitando la preocupación a medida que avanzamos por el camino, nos vamos dejando llevar por la belleza que va adquiriendo el paisaje.






La carretera da paso a un camino, y este a un sendero, y cada vez la vegetación es más abundante, subimos, bajamos, volvemos a subir, encontramos solitarias capillas, arroyos, fuentes, lavaderos…La mente ya va en blanco.






Íbamos solos todo el rato, hasta que en Gallegos vimos a la chica de Zaragoza a lo lejos, pero al poco la perdimos de vista y ya no volvimos a verla en todo el camino. Al parecer en esa aldea se pasa por un puente romano, que es por donde iría ella cuando la perdimos de vista, pero nosotros siguiendo las flechas, fuimos por la carretera.




Las flechas amarillas nos van indicando el camino


Nos adentramos por un bosque de castaños


Todo está verde, hasta los palos...


 Después fuimos por un bosque de castaños todo verde y al poco llegamos a Escamplero, donde hay un albergue. Ya estamos a 11 Km. de Oviedo, ¡vamos bien! Me llama la atención una pancarta de tela que cuelga sobre el camino y que dice Laura y Gelín, Enhorabuena, con un corazón entrelazado. Creo que se refiere a una boda. Luego vimos más de ese estilo en otros pueblos. 




Carteles para los recién casados

 Otra cosa que empezamos a ver fueron los caballos por los prados. ¿Serán los autóctonos asturcones? La verdad es que no sabría distinguirlos.








Después de una subida llegamos a Lloriana y esta es su estilizada iglesia de Santa María



Junto a la iglesia hay una fuente

Vamos atravesando muchas aldeas y varias veces nos hemos cruzado con tres señoras extranjeras mayores, peregrinas, muy simpáticas que cada vez que nos las cruzamos nos saludan muy efusivamente y muy sonrientes. Nos han adelantado mientras me daba un remojón en los pies a la orilla de un arroyo y se han reído mucho, creo que era el río Soto ¡¡¡se me han quedado como nuevos, los pies!!!.






 Luego vemos el río Nalón junto a las vías del Feve y lo cruzamos por un puente en el bonito pueblo de Peñaflor. Al poco rato llegamos a Grado, nada más cruzar las vías del tren.

Justo detrás de la estación está el Bar Gijón y ahí hemos parado a comer. Ya llevamos unos 23 Km. y llevo un dolor de pies considerable. El comedor del bar está vacío y nos acomodamos a nuestro gusto. Lo primero que he hecho ha sido quitarme los zapatos y ponerme las chanclas por consejo del tabernero, que es muy simpático pero también muy nervioso. Hemos comido un menú muy bueno y abundante por 10 euros y el hombre no paraba de asomarse a ver cómo estábamos.

Después de comer tenemos que comprar comida para la noche porque en mi miniguía dice que hasta el albergue no hay tiendas ni bares, así que vamos a buscar algo. Resulta que como aquí hay mercadillo los domingos, pues los lunes por la tarde no abren las tiendas. Preguntando hemos localizado una que abre a las 4. Paseando por el pueblo hemos visto ya a varias personas conocidas, de las que estaban en el albergue de Oviedo, sentadas por los bares del pueblo.



Castaños, hayas, musgo, suelo mullido y un paisaje que nos hizo disfrutar mucho ese primer día.

Nos hemos sentado enfrente de la tienda hasta que ha abierto. Es una tienda de ultramarinos muy pequeña pero con muchas cosas. Su dueño se llama Domingo, (que por aquí debe ser un nombre muy común) y habla por los codos. Me contó un montón de cosas mientras iba llenando la bolsa con productos de la zona, entre ellos un queso “Afuega’l pitu” con muy buena pinta. Me contó chistes y me dijo que los de Grado son “moscones”. Cuando me marché pasamos otra vez por la puerta de su tienda y salió a saludarnos y desearnos buen camino, pero además ¡¡¡le contó a Fernando su mili!!! Qué hombre, cómo habla…

Nos llama la atención lo atenta que es por aquí la gente con los peregrinos. A cada paso nos van deseando buen camino y apoco que nos paremos con cara de duda ya está alguien diciéndonos ¡Por aquí! ¡Por allá! ¡Sigan por aquí que es más corto y se llega al mismo sitio! ¿Mira que si alguien está de cachondeo y nos manda a la otra punta?, pero no, siempre nos han aconsejado bien y con toda la mejor intención de ayudar, ¡Si señor! muy amables las gentes de Grado.

He leído muy buenas referencias del albergue de San Juan de Villapañada, así que me pongo otra vez las botas y nos disponemos a hacer los poco más de 3 Km. que faltan para llegar, y según veo en el perfil, todo cuesta arriba.




Un poco de fruta antes del almuerzo
 

Llegamos sobre las 6 y solo quedaban 4 camas libres. Está en lo alto de una colina, en una antigua escuela y detrás de la Iglesia de San Juan. Tiene a la entrada una cocina-comedor con bastantes cosas, lavadora, máquinas de refrescos y café, y a la derecha el dormitorio con las literas. En medio hay dos baños, chico y chica. Todo está superlimpio.
Conocemos ya de vista a algunas personas pero a otras no. Lo primero que hacemos cuando llegamos (y esa será la rutina ya todos los días) es sacar la ropa de descanso, la bolsa de aseo y la toalla, ducharnos, luego lavar la ropa y dejar preparado lo del día siguiente para no armar mucho jaleo cuando nos levantemos ni molestar a nadie.
Me inspecciono los pies ¡ni una ampolla! ¡bieeeen!. Me da un miedo horroroso que me salgan ampollas, o hacerme un esguince, o doblarme un tobillo, o que se me inflamen las rodillas ¡¡¡aaahhh!!! o cualquier cosa que me impida seguir el camino.



Lugar mágico, el puente de las Xanas, ninfas del agua, las fuentes y los arroyos.

Después de la ducha el cuerpo se recupera, y nos ponemos a charlar con la gente, que no para de llegar  (creo que ya hay más gente que camas). Con la que más hablamos es con una chica cordobesa, Sole, médica, que viene con su hija, Victoria. A Sole le encanta hablar y su hija habla muy poco, sólo cuando tiene que hacer de traductora de inglés o francés (que habla perfectísimamente) para varias personas extranjeras que hay en el albergue. Sole me ha dicho que tiene que hacer el Camino Primitivo en 5 días porque luego tiene que ir a otro sitio, y me lo ha dicho muy convencida, pero está preocupada porque en dos días solo ha llegado hasta aquí, un día Oviedo-Escamplero y otro Escamplero-San Juan. La hemos convencido de que es imposible hacer andando el Primitivo en cinco días y ha decidido cambiar de planes, hará los últimos 100 Km. desde Lugo. Por la mañana se irían otra vez a Oviedo. ¿Lo habrán conseguido?

De camino a Peñaflor el bosque se espesa

Entre charla y charla llega el torbellino Domingo “el hospitalero”. Se va directo al dormitorio y, mirando las camas que no tienen el saco de dormir extendido, cuenta las que están vacías y se las asigna a algunos de los 6 que ya hay sin cama. Se forma la revolución. Unos que esa cama es mía, él que si no tiene el saco puesto está libre, y así, un rifirrafe que dura un rato, y luego preguntaba ¡¡¡pero quién no tiene cama!!! Y otra vez se armaba el taco, madre mía, qué follón…

Cuando las cosas se fueron aclarando se puso a recoger todo, a barrer, a quitar botas, bastones, mochilas, ¡Todo en orden, por favor!, ¡qué carácter! Lo cierto es que en un plisplás  tenía controlada la situación, buscó apaño a todos, les pondría colchonetas y el bicigrino Berlino dormiría al raso por decisión propia. A los extranjeros les parecería que les estaba peleando, pero es que Domingo habla de una forma muy vehemente y no paraba de llamar a Victoria para aclararse con ellos, luego decía “parece mentira que hablemos idiomas y no nos entendamos” y lo único que decía en inglés era “tumorro”, y hasta él mismo se partía de risa cuando lo decía. Nos explicó las normas del albergue y estuvo allí toda la tarde rellenado las credenciales y charlado de buena gana con unos y otros. A los que no tenían cama les cobró la voluntad. Y todos contentos (creo).



Exterior del albergue de San Juan de Villapañada

Luego se reunió un grupo dentro y empezaron a prepararse una cena comunitaria. Nosotros y varias personas más cenamos en las mesas de fuera y seguimos charla con Sole. El chico alemán de la bicicleta también tenía un buen corrillo alrededor chapurreando los entresijos de su bici de un solo plato, a fuerza de pedal puro y duro. Solo sabíamos que era de Berlín, así que lo llamamos Berlino. Los de dentro tenían un buen cachondeo armado y como fuera ya hacía frío, entramos y nos pusimos a hacer fotos.




Berlino y su bici


 Todavía no conocía a nadie por sus nombres, solo a Sole y Victoria. Domingo estuvo allí hasta que apagó la luz a las 10. Estaba todo el rato pendiente de que la gente dejase las cosas limpias y ordenadas, los platos, los cacharros de cocina, todo en general, y nos recordaba que había que mantener esa norma en los albergues.
Los hospitaleros no tienen que fregarnos los cacharros, son los peregrinos quienes tienen que procurar mantener las cosas en condiciones para que quien venga detrás las encuentre limpias y ordenadas. Antes de irse dejó acopladas las colchonetas y a todo la gente acostada.
Nos lo habíamos pasado muy bien con Domingo. A diferencia de la noche anterior en Oviedo, aquí no había ningún ruido fuera, ¡pero dentro…! Ahora se escuchaban más claramente los conciertos de ronquidos, de diferentes compases e intensidades, y que duraron toda la noche.

Para ser el primer día no había estado nada mal: el camino precioso, el cuerpo más o menos bien, los pies aceptables, muchas risas y la cabeza vacía de todo. 


Cena comunitaria y el principio de grandes amistades

Me ha encantado este albergue. La limpieza, la organización, tiene cacharros, cubiertos, lavadora, las vistas y el espacio exterior, y se ve que es gracias a Domingo, que lo cuida con esmero, como si fuera su casa, y el trato que le da a sus peregrinos, intentando atenderlos en sus necesidades. Domingo es todo lo que debe ser un hospitalero. Solo una pega, las duchas y los aseos son demasiado pequeños para 22 camas.



Gente estupenda y nada común




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