13 de septiembre de 2012

Etapa 4. Campiello-O Mesa. (Hospitales). 34,7 km.




A la mañana siguiente nos levantamos casi todos a la misma hora. Preparamos las mochilas y nos fuimos al bar a desayunar. Herminia nos puso los cafés en unas tazas enormes y bandejas con rebanadas de pan frito. El desayuno cuesta 3 euros y puedes tomar todas las rebanadas que quieras.

¿Iremos por Hospitales o por Pola?
 
Luego fuimos recogiendo nuestras respectivas bolsas de viandas y saliendo a la calle a ver como pintaba el día, si mucha o poca niebla. Mientras nos poníamos en ruta, Chusmari, que había comprado uvas para el camino, ató la bolsa a su mochila y estuvimos haciéndole fotos porque sabíamos que durante el camino esas uvas sufrirían bastante…Mientras habíamos decidido caminar hasta el cruce donde se toma un camino u otro y allí ya veríamos por qué ruta nos íbamos.





Las uvas de Chusmari

Esta vez partimos con luz del día. El cielo estaba cubierto y no había niebla. El siguiente pueblo es Borres, a 3 Km. y subiendo. El paisaje se ve precioso con la luz del amanecer y aparece un poco de niebla en el fondo de los valles.



 Vamos un rato por carretera y luego por un camino en el que vemos el desvío al Albergue de Borres, un poco antes  del pueblo. Después de pasar Borres, como a 1 Km., encontramos el mojón y el cartel donde está indicada la alternativa por Hospitales.

Camino de Borres

Como siempre, parte del grupo iba bastante adelantado y ya no los veíamos. Nuestro grupo, de momento, lo formábamos cinco, Mica, Chusmari, Javi, Fernando y yo. Después de una breve parada decidimos ir por Hospitales (yo me echo a temblar) y seguimos animadamente. Las uvas de Chusmari van ya un poco…

Javi, ¿pa dónde tiramos?
Mirad los perfiles de ambas rutas...
Por Hospitales, a la derecha, por La Pola a la izquierda


Seguimos subiendo hacia lo que será la última aldea en muchos Km., La Mortera, con sus vacas y su capilla de San Pascual Bailón (qué nombre más gracioso). Tenemos que ir bien pertrechados de agua y comida por si acaso. 


Este colorido nos acompañará muchos días
Unas cuantas subidas para ir calentado...
Capilla de San Pascual Bailón, en La Mortera de Cerrado

El camino por el que vamos está rodeado de pequeñas flores de color violeta, formando un bonito contraste con el verde, y que será el color predominante en el camino de subida. Sigue nublado y llegamos a un portón que tenemos que atravesar, detrás del cual hay una fuente.


A partir de aquí ya no veremos viviendas en bastantes kilómetros...

Ya se ve que todo es subida, pero de  momento no parece muy empinada y poco a poco vamos entrando en calor. La pista es ancha y se va divisando el paisaje sin que nos lo tape la niebla, parece que la cosa va bien.
Cada vez se ven las otras montañas más abajo, y nosotros más arriba.
 

Impresionantes vistas

Las cuestas cada vez lo son más...
Detrás de cada recodo el camino sigue subiendo

Ya estamos a bastante altura, pero el camino se hace fácil, de momento...
  
El camino se vuelve más pedregoso. Estamos viendo muy a lo lejos una montaña con dos caminos a la izquierda, uno que llanea y otro empinadísimo, y vamos comentando ¿te imaginas que el camino fuese ese de arriba? Ja ja, nos reíamos, ¡qué inocentes!


Al fondo se ve la próxima subida


El paisaje se va perdiendo en la niebla y alcanzamos a ver una amplia llanura verde llena de vacas y las flechas amarillas en los  mojones o en pequeños postes de madera. Nos tenemos que poner los impermeables y cubrir las mochilas porque empieza a llover.


Unos pocos restos del antiguo hospital

Al poco rato, entre algunos arbustos, vemos el letrero de las ruinas del primer Hospital, el de Paradiella, del que no queda prácticamente nada. El camino como tal se pierde entre la hierba, solo nos guiamos por las flechas, que hay bastantes, hasta que otra vez encontramos una ancha pista que nos lleva directos a la enorme cuesta que veníamos viendo. Bueno, así de cerca no parece tan empinada, pero parece tan larga…y lloviendo.


Parece que se acaba allí arriba, pero no, sigue subiendo y subiendo

La niebla se apodera del paisaje

La mitad del grupo va delante

Esta cuesta tiene "tela marinera"

A medida que subimos la niebla se hace más densa y el camino cada vez más empinado y con más piedras sueltas, tenemos que ir por un lateral de tierra para no resbalarnos, parece que este cuestón no va a acabar nunca.
Una vez superada esa fuerte subida llegamos a las siguientes ruinas, el Hospital de Fonfaraón.


El tiempo aquí arriba es bastante desapacible



Esta construcción se conserva mejor, incluso está techado y se utiliza este espacio para meter el ganado. Parece que hasta  no hace mucho, una señora atendía aquí como podía a los peregrinos. Aquí el tiempo era bastante desagradable, llovía y hacía un viento helado bastante molesto, pero los muros del hospital nos resguardaban y decidimos hacer una parada para comer algo antes de seguir. La rodilla de Mica iba ya bastante resentida.





Aquí las señales están bastante cerca unas de otras

Siguiendo un poco más la pendiente se suaviza bastante y cuando levanta la niebla vemos un paisaje espectacular. Vamos por un senderillo estrecho y más abajo se ve una carretera. Parece que estamos llegando a la parte más alta, aunque no hemos llegado a ver el Pico de Hospitales, sino que seguimos el camino, vemos las ruinas del Hospital de Valparaíso (un montoncito de piedras) y seguimos hasta llegar a la carretera por el punto del Puerto de la Marta.


Hemos tomado el sendero de la derecha que nos ha llevado al Alto de la Marta. Por la izquierda se llega al Alto del Palo, unos metros más arriba
Llegar aquí nos ha parecido toda una hazaña, sobre todo por las rodillas de Mica y los pies de Chusmari, que va subiendo en sandalias...

Después de deleitarnos con la inmensidad del paisaje, ya sin niebla, nos acercamos a una zona de enormes torretas eléctricas. Justo al lado de una de esas torretas se empieza a descender, por un estrecho camino de grava suelta, bastante empinado, siguiendo la línea de alta tensión. Ya ha salido el sol y el día es brillante.


El camino de bajada es muy resbaladizo
Mientras bajamos, vamos viendo al fondo Montefurado

Entre feas torretas elécticas nos vamos acercando a la aldea

Según vamos bajando, sobre la cresta de las verdes montañas de enfrente se empieza a divisar el pueblecito de Montefurado, hacia el cual tenemos que dirigirnos. El pintoresco pueblo queda bastante afeado por las enormes torres metálicas. Tenemos que ir un momento por carretera, donde vemos el cartel de Montefurado, y un poco más adelante, otra vez por el camino, el cartel a Lago que está a 4,1 Km.




Montefurado es un pueblo en el que, según dicen, solo hay un habitante, al que no vimos. Igual este hombre, a diferencia del señor Antonio de Tineo, está cansado de ver pasar todo el día a los peregrinos/turistas y se quita de en medio para que lo dejen tranquilo, o bueno, igual estaba trabajando en el campo.




Esta aldea tiene unas vistas privilegiadas



Atravesamos Montefurado por su “calle principal” por llamarlo de alguna manera, ya que era un camino pegado a un muro de piedra, no hay nada asfaltado ni de hormigón, aquí parece que todo está hecho a base de los materiales que da el terreno. Las pocas casas que hay son muy sencillas, con muros de piedra y tejados de oscuras lajas de pizarra. Está en un sitio con unas vistas imponentes y todo verde alrededor. Como digo no vimos a nadie, solo una chica que comía y tomaba el sol sentada bajo el alero de la pequeña ermita.


Salimos de Montefurado...
 
Y vamos camino de Lagos

Seguimos subiendo y pasamos una verja tras la cual había vacas, y continuamos ahora bajando por un senderillo estrecho en el que pasamos otra verja. Mientras caminamos vemos que la chica que estaba comiendo viene a lo lejos y al poco tiempo nos adelanta a toda velocidad, pero no caminando sino trotando como una auténtica cabrita, con su mochila a la espalda y una agilidad...Desde entonces la llamamos “la cabrita”, porque luego la volvimos a ver.


Después de lo que hemos pasado, el camino a Lagos es una delicia...


Típica casa de piedra con el tejado de pizarra entrelazada en la cumbrera

Íbamos acercándonos a Lago. Allí encontramos a Chusmari, que se había adelantado, sentado en la puerta de la iglesia de Santa María y todos juntos nos encaminamos a subir una empinada cuesta que desemboca en la carretera, a poco metros del bar Serafín ¡por fin un bar!. Calculo que desde que salimos de Campiello esta mañana (parece que hace un siglo) hemos caminado unos 24 Km. y no hemos encontrado un bar hasta ahora.


Iglesia de Santa María de Lago

Son las 2 y nos sentamos en la estupenda y sombreada terraza del bar. Pedimos unas cervezas y pensamos que podríamos comer allí, total, solo faltan 4 Km. para llegar a Berducedo. Dentro nos dicen que hasta las 3 no estará la comida, así que tomamos unas cervezas y esperamos mientras descansamos y nos reímos recordando las anécdotas del camino.


Una paradita en el Bar Serfín. Allí a la sombra de la parra se estaba muy bien.

En la terraza teníamos estas preciosas pasifloras que fotografió Joan

Estábamos los cinco, Mica, Chusmari, Javi, Fernando y yo. Cuando ya faltaba poco para las 3 y llevábamos un rato oliendo a potajes y otras delicias, entramos otra vez a ver si ya podíamos comer, y para nuestra sorpresa, a pesar de que había paisanos comiendo, nos dijo que lo único que nos podía ofrecer eran bocadillos. Así que nos fuimos un poco enfadados y con una hora de retraso.

Algunos trozos de carretera y bastante calor

Camino de Berducedo por un bosque de pinos
Ya estamos llegando...

Para llegar a Berducedo hay que ir un ratito por carretera, luego por medio de un pinar y sin grandes cuestas. Llegamos a las 4 y vimos al resto de compañeros en la puerta del albergue, pero desgraciadamente ya no quedaban camas, aquí también llega la gente que viene por la ruta de Pola. Igual si no hubiésemos esperado a que Serafín nos pusiera esa comida habríamos cogido cama, o al menos habríamos llegado con la comida en la barriguita y ya habríamos buscado alojamiento, o igual no, esas cosas nunca se saben.


Iglesia de Santa María de Berducedo, junto a un enorme tejo. La iglesia es del siglo XV.

Sea como fuere, el tema del alojamiento siempre se puede solventar de una u otra forma, y este día nos tocó afrontarlo, en el Camino, casi todo tiene solución. Así las cosas nos fuimos a un albergue privado que está a la salida del pueblo y se llama Camin Antiguo. Yo tenía anotado que era bastante caro. Al llegar la dueña nos dijo que las camas de su albergue estaban todas ocupadas, y solo podría acoplar a 3 en sofá cama, pero que también tenía unas estupendas habitaciones dobles a razón de 60 euros desayuno incluido. Las otras “camas” costaban ¡15 euros!. Se ofreció a enseñarnos las habitaciones y lo cierto es que estaban muy bien, muy amplias, limpias y confortables, con baño (faltaría más).
Estuvimos un rato discutiendo quien se quedaba en el albergue, todos nos ofrecíamos a irnos en el autobús al próximo pueblo, Grandas, y volver por la mañana para continuar todos juntos, pero no nos aclarábamos. Pensamos en una solución intermedia: Mica, Chusmari y Javi se quedaban en el albergue y Fernando y yo en la habitación doble, a fin de cuentas, aunque el precio era bastante caro (piensa que estamos en una pequeña aldea), estamos de vacaciones y por un día no nos vamos a arruinar.
Mirándolo todo y todos en conjunto, seguía pareciéndonos caro, 15 euros por dormir en un sofá cama…, es decir 30 euros por sofá, no nos terminaba de convencer, así que decidimos que era mejor ir a buscar un sitio para comer y con el estómago lleno pensaríamos mejor.


Este fue nuestro almuerzo en un bar de copas

Como te podrás imaginar, a esa hora no nos ponían de comer en ningún sitio. Encontramos un bar de copas que se ofreció a ponernos unos platos de embutido, que era lo único que tenía.
Bueno, menos da una piedra, embutidos, pan y cervezas nos dejaron como nuevos, frescos como lechugas otra vez, a pesar de haber tenido la jornada más dura de todas. Nos informaron de que el autobús a Grandas pasaba a las 6:30 de la tarde y por la mañana venía a las 7. No estaba mal, pero no sabíamos si en el albergue de Grandas quedarían camas.
Antes de Grandas está el albergue de La Mesa, a 4 Km. de donde estábamos, pero las referencias que teníamos no lo ponían muy bien, igual que el de Grandas, y el autobús no pasaba por allí. La cosa era que había que enterarse de si había sitio en los albergues y ¡horror! aunque llevábamos apuntados los teléfonos de los albergues, ninguno de nuestros teléfonos tenía cobertura.
Finalmente  pensamos coger el autobús y ya veríamos en Grandas lo que nos encontrábamos. Mientras llegaban las 6,30 fuimos a comprar algo de comida para la cena (por si acaso) y para el día siguiente y luego nos fuimos a la parada del autobús. Ya eran las 6:15.
Mientras estábamos en la parada apareció Roberto hablando por el móvil ¿cómo? ¿tienes cobertura? porfa déjanos llamar al albergue de Grandas, a lo que él nos dice que porqué no vamos mejor al de La Mesa, que está más cerca, bueno llama al que sea. Las apariciones de Roberto son providenciales.
En el de La Mesa, la mujer del hospitalero pensaba que sí había camas libres, pero no estaba segura, mejor lo consultaba y que la llamásemos más tarde. Estábamos ya atacados de los nervios, el autobús a punto de venir y todavía así. A los cinco minutos nos dijo casi lo mismo, que seguramente si habría camas, no sabía si para los 5, pero que no nos preocupáramos, en esto que aparece el autobús, que pasa el autobús, que pasa de largo...
¡Dios, qué estrés! Bueno, no se si fue la tensión, o el paso por las montañas de Hospitales que nos cargó de energía, el caso es que parecía que nos habían puesto pilas nuevas. Yo estaba deseando coger otra vez el petate y hacer a toda marcha los 4 Km. hasta el albergue.
No habíamos visto de pasar a nadie más, así que no creíamos que las camas que quedaban libres se fuesen a ocupar antes de que llegásemos nosotros.




Cogimos camino casi eufóricos y con un suave sol de atardecer sobre los prados y las vacas, caminando por una solitaria carretera, llegamos a La Mesa, aldea muy pequeña sin bares ni tiendas. La que lo llevó peor fue Mica, que le dolían mucho las rodillas.


El sol ya caía y el paseo fue agradable, aunque todo el rato por carretera

Afortunadamente había por lo menos 8 camas libres. Cogimos las nuestras y saludamos a los allí presentes. Estaban los alemanes y “la cabrita”. La primera impresión que da el albergue no es muy buena.
Aunque estaba todo más o menos limpio, se veía bastante descuidado. La zona de cocina es pequeña y con poquísimo menaje, no tiene comedor, pero en fin, eso es lo que hay, ¡suerte que estamos aquí y con cama!.
 Este albergue tiene 20 camas en la planta baja, dos aseos y 2 duchas frente a la pequeña cocina. Tiene arriba otra planta, pero se ve que no está habilitada y en la escalera tienen unos cuantos colchones sucios y a la intemperie. Necesita un poquito de “cariño”.
Ya se que los albergues públicos también son de los peregrinos que los ocupamos y debemos ser los primeros en procurar que estén en las mismas buenas condiciones que nos gustaría para nosotros, pero creo que la labor de los hospitaleros, por lo que he visto hasta ahora (Domingo, Alejandro,  incluso Herminia) es fundamental para el buen mantenimiento del albergue, y la gente suele cuidar más algo que está bien cuidado que algo que no lo está.


La iglesia de La Mesa está bastante abandonada.Un poco más allá está el albergue

Al rato de estar allí llegó el hospitalero, un hombre afable que nos rellenó las credenciales, nos cobró los 5 euros y explicó detalladamente a quien le preguntase las dudas sobre las etapas venideras.
 Como se hacía tarde, nos pusimos a nuestras “obligaciones” diarias, la ducha y la colada, mientras se hizo de noche. Javi tomó las riendas de la cocina y se puso a preparar unos deliciosos espaguetis con tomate y atún, ante las críticas fuera de lugar de unos señores madrileños que, no se si lo que querían era ser graciosos, pero lo cierto es que tenían un poquito de mala uva, como demostraron a lo largo de la noche y de otros días que nos los fuimos encontrando.
A Javi tanto comentario socarrón lo estaba cabreando bastante pero le pedimos que se mordiese la lengua y no entrase al trapo con gente así, que no es lo habitual del camino, y lo mejor era pasar.
Sabemos que no sólo a él le costó trabajo hacer de tripas corazón, pero lo cierto es que nos pegamos una cena de escándalo. Comimos en las mesas de madera que hay fuera, al fresquito, que no era poco, a la luz de las estrellas y en un silencio que sólo rompíamos nosotros con las “pechás”de reir que nos dimos.

 
Colofón a un día que resultó memorable

Nos bebimos 2 botellas de vino cosechero muy bueno y que nos costó muy barato y nos lo pasamos genial. Mientras tanto, a las 9:40 nos apagaron las luces en el albergue, un poco temprano ¿no? y todavía no habíamos tenido tiempo ni de sacar las cosas necesarias de las mochilas. Por supuesto que tampoco pude hacer las anotaciones en mi diario de un día tan señalado.
En fin, nos cortaron un poco el rollo, pero nos acostamos después de un día muuuy largo. La noche fue movidita, ronquidos de temblar la cama, toses, literas chirriantes y gente levantándose con linternas  ¡qué ganas tenía de que llegase el día siguiente!
Me alegra haber superado una etapa tan dura como la de hoy sin problemas.
Los otros inconvenientes de la jornada han quedado totalmente barridos.
Ha sido un día sencillamente genial.



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