20 de septiembre de 2012

Etapa 11. Arzúa-Pedrouzo. 19,4 km.






Anoche a última hora llegó más gente a nuestro dormitorio y esta mañana han empezado a moverse bastante temprano. Como hoy no tenemos prisa, nos podemos levantar más tarde, pero ya sea por la costumbre, por el ruido, las luces, o lo que sea, nos levantamos también muy temprano y nos arreglamos tranquilamente.
A Marisol no hay quien la saque de la cama. A ella también le salieron ampollas. Ese día ya no continuó con nosotros, decía que quería llegar a Santiago de un tirón…No se yo, con los pies así…
Nos hemos ido al bar de al lado donde hemos desayunado abundante y muy bien de precio. Lo mejor han sido los cruasanes recién salidos del horno.
Ya se ven montones de peregrinos por todos lados. Hemos empezado a caminar de noche por un bosque bastante oscuro.
Hay gente que nos adelanta y otros a los que nosotros adelantamos. Poco apoco amanece y el camino es agradable, pero muy concurrido, tanto de caminantes como de ciclistas.



Vamos pasando granjas, prados con vacas, maizales, y muuuchos bares, ¡con lo que nos gustan los bares y las paraditas! Ya te puedes imaginar cómo transcurrió la etapa. Hicimos más paradas que el Portillo (como decimos en Málaga).

En algunas de las paradas vamos viendo como los “coches escoba” van aprovisionando a los caminantes con comida y bebidas. Es otra manera de hacer el camino, pero no podíamos evitar que los ojos se nos fuesen para mirar las "minimochilitas" de paseo.



Al resto de compañeros los hemos encontrado ya en el alto de Santa Irene, a unos 3 Km. de Pedrouzo. Hemos parado en un bar ¡y allí estaban todos! La parada ha sido bastante larga porque en el patio interior del bar se estaba divinamente, tomando cervezas y tapas, ¡qué pocas ganas de movernos!



A medida que avanzamos cada vez vemos más anuncios publicitarios dirigidos a los peregrinos, sobre todo de restaurantes con menú y albergues,  pero el más sorprendente desde luego que fue la máquina que hablaba. Su voz salía de una caja metálica y ofrecía las excelencias de un albergue cercano. Qué poco me gusta todo este mercantilismo asaltándote en plena naturaleza…



A pesar de la corta etapa, la jornada se hace muy tediosa y aburrida. Las paradas tan largas en los bares tampoco ayudaron. Cuando llegamos a Pedrouzo el ambiente del pueblo era el mismo de Arzúa. El “aire del francés” estaba en todas partes. Tiendas, supermercados, hostales, mucho turisteo, todos los bares llenos…






Este camino francés tiene cosas curiosas que no hemos visto en el primitivo. Una de ellas es este "tenderete" de notas, donde la gente va dejando recados y pensamientos.

Hemos llegado al Albergue Otero casi a las 3. Es más pequeño que el de ayer y tiene cocina y comedor. Nos ha atendido una pareja muy jovencita. Aquí hay que pagar 10 euros. Los compañeros ya han puesto la lavadora, que es de esas domésticas, igual que la secadora, ¡cómo me he acordado de las de Herminia! La secadora tarda horas en secar los trapos y al final hay que tenderlos en la cuerda porque no hay manera. Cada cosa cuesta 4 euros. La habitación tiene 9 literas y armarios para las mochilas. Está bastante limpio y los baños están al lado.

Después de ducharnos y hacer la colada nos vamos a buscar un sitio donde comer, cosa que no resulta fácil, ya que todos los sitios a los que vamos están a tope.
Al final encontramos uno donde tuvimos que esperar un poco a que dejasen libre una mesa. Nos pusieron en una especie de terraza cubierta. El sitio en cuestión se llama O’Regueiro y no era nada especial. Lo que recuerdo bien es el olor a “sobaquino” del camarero cada vez que se me acercaba para poner platos ¡aaagggrrr!

Hemos pasado la tarde descansando. No sé si alguien del grupo habrá salido a explorar Pedrouzo, pero creo que no. Aquí el que más vida social hace es Joan, como habla varios idiomas, en cuanto ve a alguien en apuros “idiomáticos”, allá que va él a socorrerle.
También han estado los compañeros usando el internet del albergue para ultimar los billetes de vuelta a casa. Luego salimos a comprar algunas cosas para preparar la cena en el albergue.
Nos hemos reído mucho porque Alberto se ha comprado un champú especial para rizos ¡Pero si no tienes pelo! Bueno, pero yo siempre he tenido el pelo rizado…ja ja, cómo nos hemos reído, Alberto el primero.

Nos hemos reunido todos (menos Roberto que se quedó en Melide) y nos hemos pegado una buena cena en el albergue. Después de juntar varias mesas hemos sacado la compra: melón y jamón serrano, queso de Arzúa, cómo no, con uvas (ya sabes, uvas con queso saben a beso), sardinas, vino, orujo de hierbas…No han faltado ni las tonterías ni los brindis. Mañana llegamos a Santiago.



Cuando ya no podíamos más aun nos sobraba comida y bebida. Le hemos preguntado a unas chicas (creo que coreanas) que estaban allí que si querían algo, y se han puesto como locas de contentas, dando saltitos, haciéndonos fotos y diciendo ¡Viva Sssspania!

Nos hemos acostado sobre las 11. Aquí no hay el rigor horario del Camino Primitivo, pero tampoco es agradable estar durmiendo y que la gente ande entrando y saliendo a cada momento del dormitorio.

A pesar de que hemos tenido bonitos paisajes, hoy me ha parecido un día bastante sosito.




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