A la mañana siguiente, sobre las 5 ya empezó a
moverse la gente. Si tienes el sueño ligero y no llevas reloj, en cuanto ves
que varias personas ya están levantadas y listas te parece que se te va a hacer
tarde y no puedes dormir más.
Así que poco a poco nos fuimos levantando todos,
desayunado algo, recogiendo la colada todavía mojada, y partiendo al camino de
noche. Hay personas que se levantan y no se oye ni un ruido, se cambian de
ropa, recogen el saco y salen sigilosamente, como los gatos; otras personas no,
encienden la luz, hacen ruido de bolsas, cremalleras, entran y salen 40 veces,
y ya no puedes volver a coger el sueño. Aun así, parece mentira lo pronto que
se prepara la gente, ¿o será que yo soy muy tardona?.
Yo mientras me cambio de
ropa, recojo el saco, me preparo los pies untándolos muy bien por todos lados
con la barrita de vaselina, me pongo muy bien los calcetines, las botas, cuelgo
la colada en la mochila para que se seque al aire, ¡jooo! tardo muchísimo, no
me da tiempo, qué estrés. ¿Pero qué hago?, me pregunto, si no hay prisa, no se
ve ni torta, es de noche noche, no vamos a ver ni las flechas cuando salgamos,
aunque llevemos las linternas, y da tiempo de sobra de hacer la jornada
prevista, así que me digo yo misma a mi misma, ¡calma por favor!.
Cuando ya estamos listos, no son ni las 7,
todavía es muy de noche y falta para que amanezca, pero aun así nos ponemos en
marcha porque ya no tenemos nada más que hacer. Llevamos a mano la miniguía, la
cámara de fotos, la linterna, el agua con las sales minerales, así que,
pa’lante, detrás de algún grupo para no perdernos en la oscuridad. Sólo quedaba
delante el chico de Bilbao que habíamos conocido en el albergue de Oviedo,
Alberto, y le fuimos un rato a la zaga.
Con la bruma matutina que va a ser habitual, va
clareando el día. Llegamos a una zona bastante feilla, llena de terraplenes y
movimientos de tierras, hay que ir con mucha atención para no perderse.
Cruzamos un moderno puente sobre la autovía y seguimos por caminos que bajan y
bajan, pasando por algunas aldeas desiertas. Los caminos son muy bonitos,
bosques de espesa vegetación, misteriosos envueltos en la niebla, húmedos y
silenciosos.
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Viejo molino |
A veces el camino se estrecha tanto que las ortigas y las zarzas
te van rozando, si no llevas pantalón largo tienes que tener cuidado para que
no te rocen. Las pequeñas aldeas rurales a veces tienen bonitas iglesias, como
Santa Eulalia de Dóriga, y algún bar difícil de identificar, sólo lo delató la
figura del mismo alemán con gafas y serio de Oviedo, que estaba tomándose
tranquilamente un café en el patio de lo que parecía una casa normal y no un
bar.
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Iglesia de Santa Eulalia de Dóriga, llevamos unos 5 km. en camino |
Fernando y yo caminábamos solos. Alguna subida y seguimos
bajando. Cornellana se ve a lo lejos cuando levanta la bruma. Pasamos junto a
un centro de interpretación dedicado al salmón, en medio de un gran llano con
pinos, se ve que aquí se pesca bastante. Alrededor hay una zona de recreo con
mesas y bancos donde nos paramos a tomar un bocado.
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Ahora toca bajar, pero antes, deja tu piedra... |
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Bosque de eucaliptos |
Para llegar a Cornellana cruzamos el río Narcea
por un largo puente. Al poco rato estamos delante del Monasterio de San
Salvador de Cornellana y hay dos flechas pintadas en el suelo, una hacia la
izquierda, que sigue camino, y otra a la derecha que te lleva al pueblo.
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Río Narcea |
Como
ya hemos comido algo, damos un paseo alrededor del Monasterio, (que por cierto
está bastante dejado) y hacemos unas fotos porque es muy bonito, con partes del
siglo XI y del XVIII. En este monasterio también está el albergue de
peregrinos, tiene que tener su encanto quedarse a dormir aquí.
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Monasterio de San Salvador de Cornellana |
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Una pena que este monasterio esté tan dejado |
No entramos al pueblo y nos vamos por el camino
de la izquierda que va un rato por carretera y luego, después de una aldea, por
un bonito y musgoso bosque mientras subimos poco a poco. Vamos en paralelo al
río Nonaya.
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Camino de Salas por bosques de musgo |
En mitad del bosque nos encontramos de bruces con una fea cantera
en pleno funcionamiento y muy ruidosa, pero seguimos las flechas y enseguida la
pasamos, volviendo al tranquilo bosque. A la salida del bosque seguimos por
medio de prados con caballos y nos paramos en un muro de piedra junto al camino
a comer algo.
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Caballos deseosos de probar nuestros bocadillos |
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Fuente de Santiago en Quintana |
Mientras, vamos viendo pasar peregrinos. Algunos son conocidos,
otros no. A todos les voy preguntando si han encontrado un calcetín que llevaba
colgado en la mochila para que se secara, porque solo llevo esos y los puestos,
pero nada, mala suerte, a ver si el Salas hay tiendas de deporte y me compro
otros.
De los conocidos llegan Anat y Javi, los chicos de Barcelona y el
asturiano Roberto. Y ¡oh sorpresa! Javi ha encontrado mi calcetín y ha tenido
el detalle de cogerlo y llevarlo por si alguien le pregunta, a mí no se me
hubiera ocurrido, pero te das cuenta de que ésos son los detalles del camino,
se piensa en los demás. Para mí fue todo un detallazo, qué tontería, por un
calcetín, pero ya estuvimos un buen rato de charleta y nos fuimos juntos para
Salas.
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Sobre el bonito paisaje rural, los desmontes de la autovía |
Mientras avanzamos vemos lo estropeado que queda
el bonito paisaje rural por las obras de la autopista, que en algunos sitios
son muy visibles. Por suerte en la mayor
parte del camino no se ven. Y así vamos dejando atrás Quintana con su fuente y
Casazorrina con sus bonitos puentes sobre el Nonaya y su arquitectura
tradicional.
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Cruzamos el puente de Casazorrina | |
Ya estamos a menos de 3 Km. de Salas, el pueblo más grande de la
jornada y donde pensamos almorzar antes de seguir al albergue de Bodenaya.
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Sobre el Río Nonaya, con el calcetín recuperado |
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Volvemos a cruzar el Río Nonaya |
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Aldea de Casazorrina |
Cuando llegamos a Salas estaba de mercadillo.
Ocupa toda la plaza que hay junto a la Colegiata de Santa María la Mayor y
tienen puestos de todo: ropa, zapatos, frutas, quesos, pollos asados, panes de
muchas variedades…
Avanzando por medio de los puestos divisamos a un grupo de
los que estaban en el albergue, que están haciendo una paradita en el bar de la
esquina. Paramos a tomarnos también unas cervezas y compramos algunas cosas.
Para comer nos fuimos los mismos que llegamos y se sumó Alberto.
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Colegiata de Santa María la Mayor de Salas | |
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Salas es un pueblo muy señorial y tiene muchas cosas que ver
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Las paradas para las cervecitas se convertirán en un deseado ritual |
El resto del
grupo siguió camino hacia el albergue y comieron allí. Nuestra idea era ir a
comer al famoso Casa Panchón, pero no nos gustó lo que tenían de menú del día.
Nos gustó más el de Casa Campa, que está justo enfrente y además era más
barato, 8 euros. Comimos fabada, filetones con patatas, requesón casero con
miel artesanal…todo abundante y bueno. Pasamos un rato muy bueno entre risas y charla. Antes de
salir del bar vi que anunciaban en un cartel los famosos “carajillos del
profesor” muy típicos de Salas, pero no quedaban ¡me cachis!.
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Preciosa pero dura subida después de comer |
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Hacia el albergue de Bodenaya |
Con la barriga bien llena enfilamos los casi 7 Km.
que nos faltan para llegar al Albergue, todos íbamos allí, menos Anat, que
estaba bastante resentida de la espalda y estaba pensando en volverse a Oviedo.
Javi lleva una bolsa con 3 ó 4 kilos de tomates, para la cena. Habíamos visto
el perfil de la etapa y sabíamos que ahora tocaba subir ¡pero no tanto! ¡qué
subida! Al principio íbamos por un bonito camino lleno de castaños y robles,
mucho agua y el río Nonaya al lado con algún puente que lo cruza, pero luego
tuvimos que ir por la carretera nacional bastante rato, suerte que no había
mucho tráfico, y pasar por debajo de una altísima autovía con unos pilarotes
gigantescos, feos, feos.
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Este largo tramo por la carretera es bastante peligroso porque no hay arcenes
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A pesar de lo feo de la autovía, estamos rodeados de bosques |
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¡¡¡Seguimos subiendo!!! |
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Y subiendo y subiendo, dejamos el asfalto y volvemos a los caminos, ¡ya falta menos! |
Cuando dejamos la carretera seguimos un rato más
subiendo por pistas y más cerca del albergue se suavizó algo. Hoy también me
toca perder algo, ahora han sido las gafas de sol. Ya íbamos todos sin levantar
la cabeza y sudando como pollos, pero tardamos poco más de hora y media, yo
creo que está bastante bien.
De este albergue también teníamos muy buenas
referencias y aunque yo pensaba que era público, resulta que es privado, pero
no tiene precio establecido sino que das la voluntad.
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El Albergue de Bodenaya es pequeño y acogedor |
Cuando llegamos ya estaban allí algunas de las
personas que había en San Juan la noche anterior y el resto del grupo de Salas.
También estaba Alejandro, el hospitalero, un tío muy majo.
No dijo que nos
podíamos duchar tranquilamente y darle la ropa para poner la lavadora.
Mientras rellenaría las credenciales ¿no es un
encanto? El albergue es una casita pequeña de aldea, separada de un hórreo por
un patio cubierto lleno de carteles y flechas donde te indican a cúantos Km.
están algunas ciudades, entre ellas nuestra meta, Santiago de Compostela, ¡256 Km. nos faltan todavía! Madre mía, ¿qué nos deparará el camino en
tantos Km.?
Mientras nos vamos acoplando y Alejandro se
dispone a rellenar la credencial al último del grupo, lo mira con asombro y le
dice ¡te ha tocado! ¡Eres el Peregrino
2000 del año! Jo, qué cara se le quedó a
Alberto…no entendiendo así de pronto, y le pregunta ¡y eso qué quiere decir?
Pues que te toca fregar los platos…Ja ja ja, cómo nos reímos todos, se lo
estuvimos recordando toda la noche, menos mal que Alejandro luego le dijo que
era broma (lo de fregar los platos), pero si, 2000 peregrinos por su pequeño
albergue en lo que va de año ¡qué barbaridad!.
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El hospitalero Alejandro y el Peregrino 2000, Alberto |
Este albergue es muy acogedor. Lo primero que
tienes que hacer es dejar las botas fuera (como en los dibujos animados
japoneses). En la planta baja está la zona de estar, el comedor y la cocina con
una nevera llena de cervecitas, creo que a euro. También hay un baño bastante
grande con ducha, que huele a canela y limón. Está todo lleno de detalles
viajeros y de libros. Entre tarea y tarea Alejandro se afana en la cocina, de
la que salen olores muy agradables.
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Alejandro en su cocina |
Arriba se llega por una empinada escalera y
están los dormitorios, con literas y camas, y otro baño amplio. Todo está
limpio y las camas tienen mantas.
Pasamos la tarde tranquilamente mientras poco a
poco van llegando los últimos peregrinos.
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La tarde da para mucho, escribir, charlar, pasear... |
Alguien comenta que cuando lleguemos
a Santiago vayamos al mercado de abastos, compremos lo que queramos en los
puestos y en el bar nos lo preparan por el 10% de la compra. Parece buena idea.
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Estrechando lazos con cerveza... |
La cena la ha preparado Alejandro y algunos
compañeros le han echado una mano. Al poner la mesa van apareciendo fuentes de
ensalada de tomates (los de Javi), ensalada de pasta, tortillas de patatas,
jarras de salmorejo, jarras de vino del Bierzo, y yo que estoy todavía con la
comilona del mediodía sin digerir, me he propuesto picar solo un poco de
ensalada de pasta, ¿y qué ocurre? Que me ponen a mí la primerita un platazo de
lentejas con arroz, ¡dios! ¿Cómo voy a comerme todo esto? La cosa es que me lo
comí porque estaban superbuenas, y además probé de todo lo demás. Alejandro
presidió la mesa y lo pasamos genial, nos reímos un montón y comimos de lujo.
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¡Pero qué buena cena nos pegamos! |
La mayor parte de la cena estuvimos escuchando una música celta muy chula, del
grupo Peregrino Gris, que le gusta mucho a Alejandro. Luego nos preguntó a
todos a qué hora queríamos que nos despertara, a todos a la vez, nada de uno
por aquí otro por allá. Acordamos que sería a las 6 y media y él se encargaría
de tenernos el desayuno preparado 10 minutos después.
Nos fuimos a la cama la mar de contentos. Ha sido
un día estupendo.
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Yllana, David, Alberto, Mica, Goyo, Chusmari, Pepa, Fernando, Roberto, Peter, Peter, Manfred, Javi y Joan. Ya éramos una piña... |
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