11 de septiembre de 2012

Etapa 2. San Juan de Villapañada-Bodenaya. 25 km.



A la mañana siguiente, sobre las 5 ya empezó a moverse la gente. Si tienes el sueño ligero y no llevas reloj, en cuanto ves que varias personas ya están levantadas y listas te parece que se te va a hacer tarde y no puedes dormir más.

Así que poco a poco nos fuimos levantando todos, desayunado algo, recogiendo la colada todavía mojada, y partiendo al camino de noche. Hay personas que se levantan y no se oye ni un ruido, se cambian de ropa, recogen el saco y salen sigilosamente, como los gatos; otras personas no, encienden la luz, hacen ruido de bolsas, cremalleras, entran y salen 40 veces, y ya no puedes volver a coger el sueño. Aun así, parece mentira lo pronto que se prepara la gente, ¿o será que yo soy muy tardona?.
Yo mientras me cambio de ropa, recojo el saco, me preparo los pies untándolos muy bien por todos lados con la barrita de vaselina, me pongo muy bien los calcetines, las botas, cuelgo la colada en la mochila para que se seque al aire, ¡jooo! tardo muchísimo, no me da tiempo, qué estrés. ¿Pero qué hago?, me pregunto, si no hay prisa, no se ve ni torta, es de noche noche, no vamos a ver ni las flechas cuando salgamos, aunque llevemos las linternas, y da tiempo de sobra de hacer la jornada prevista, así que me digo yo misma a mi misma, ¡calma por favor!.

Cuando ya estamos listos, no son ni las 7, todavía es muy de noche y falta para que amanezca, pero aun así nos ponemos en marcha porque ya no tenemos nada más que hacer. Llevamos a mano la miniguía, la cámara de fotos, la linterna, el agua con las sales minerales, así que, pa’lante, detrás de algún grupo para no perdernos en la oscuridad. Sólo quedaba delante el chico de Bilbao que habíamos conocido en el albergue de Oviedo, Alberto, y le fuimos un rato a la zaga.





Con la bruma matutina que va a ser habitual, va clareando el día. Llegamos a una zona bastante feilla, llena de terraplenes y movimientos de tierras, hay que ir con mucha atención para no perderse. Cruzamos un moderno puente sobre la autovía y seguimos por caminos que bajan y bajan, pasando por algunas aldeas desiertas. Los caminos son muy bonitos, bosques de espesa vegetación, misteriosos envueltos en la niebla, húmedos y silenciosos.



Viejo molino

 A veces el camino se estrecha tanto que las ortigas y las zarzas te van rozando, si no llevas pantalón largo tienes que tener cuidado para que no te rocen. Las pequeñas aldeas rurales a veces tienen bonitas iglesias, como Santa Eulalia de Dóriga, y algún bar difícil de identificar, sólo lo delató la figura del mismo alemán con gafas y serio de Oviedo, que estaba tomándose tranquilamente un café en el patio de lo que parecía una casa normal y no un bar.



Iglesia de Santa Eulalia de Dóriga, llevamos unos 5 km. en camino


Fernando y yo caminábamos solos. Alguna subida y seguimos bajando. Cornellana se ve a lo lejos cuando levanta la bruma. Pasamos junto a un centro de interpretación dedicado al salmón, en medio de un gran llano con pinos, se ve que aquí se pesca bastante. Alrededor hay una zona de recreo con mesas y bancos donde nos paramos a tomar un bocado. 



Ahora toca bajar, pero antes, deja tu piedra...


Bosque de eucaliptos

 Para llegar a Cornellana cruzamos el río Narcea por un largo puente. Al poco rato estamos delante del Monasterio de San Salvador de Cornellana y hay dos flechas pintadas en el suelo, una hacia la izquierda, que sigue camino, y otra a la derecha que te lleva al pueblo.


Río Narcea

Como ya hemos comido algo, damos un paseo alrededor del Monasterio, (que por cierto está bastante dejado) y hacemos unas fotos porque es muy bonito, con partes del siglo XI y del XVIII. En este monasterio también está el albergue de peregrinos, tiene que tener su encanto quedarse a dormir aquí.



Monasterio de San Salvador de Cornellana


Una pena que este monasterio esté tan dejado


No entramos al pueblo y nos vamos por el camino de la izquierda que va un rato por carretera y luego, después de una aldea, por un bonito y musgoso bosque mientras subimos poco a poco. Vamos en paralelo al río Nonaya.



Camino de Salas por bosques de musgo

 En mitad del bosque nos encontramos de bruces con una fea cantera en pleno funcionamiento y muy ruidosa, pero seguimos las flechas y enseguida la pasamos, volviendo al tranquilo bosque. A la salida del bosque seguimos por medio de prados con caballos y nos paramos en un muro de piedra junto al camino a comer algo.



Caballos deseosos de probar nuestros bocadillos
Fuente de Santiago en Quintana

Mientras, vamos viendo pasar peregrinos. Algunos son conocidos, otros no. A todos les voy preguntando si han encontrado un calcetín que llevaba colgado en la mochila para que se secara, porque solo llevo esos y los puestos, pero nada, mala suerte, a ver si el Salas hay tiendas de deporte y me compro otros.
De los conocidos llegan Anat y Javi, los chicos de Barcelona y el asturiano Roberto. Y ¡oh sorpresa! Javi ha encontrado mi calcetín y ha tenido el detalle de cogerlo y llevarlo por si alguien le pregunta, a mí no se me hubiera ocurrido, pero te das cuenta de que ésos son los detalles del camino, se piensa en los demás. Para mí fue todo un detallazo, qué tontería, por un calcetín, pero ya estuvimos un buen rato de charleta y nos fuimos juntos para Salas.



Sobre el bonito paisaje rural, los desmontes de la autovía

Mientras avanzamos vemos lo estropeado que queda el bonito paisaje rural por las obras de la autopista, que en algunos sitios son  muy visibles. Por suerte en la mayor parte del camino no se ven. Y así vamos dejando atrás Quintana con su fuente y Casazorrina con sus bonitos puentes sobre el Nonaya y su arquitectura tradicional.



Cruzamos el puente de Casazorrina

Ya estamos a menos de 3 Km. de Salas, el pueblo más grande de la jornada y donde pensamos almorzar antes de seguir al albergue de Bodenaya.



Sobre el Río Nonaya, con el calcetín recuperado


Volvemos a cruzar el Río Nonaya



Aldea de Casazorrina


Cuando llegamos a Salas estaba de mercadillo. Ocupa toda la plaza que hay junto a la Colegiata de Santa María la Mayor y tienen puestos de todo: ropa, zapatos, frutas, quesos, pollos asados, panes de muchas variedades…





 
Avanzando por medio de los puestos divisamos a un grupo de los que estaban en el albergue, que están haciendo una paradita en el bar de la esquina. Paramos a tomarnos también unas cervezas y compramos algunas cosas. Para comer nos fuimos los mismos que llegamos y se sumó Alberto.




Colegiata de Santa María la Mayor de Salas

Salas es un pueblo muy señorial y tiene muchas cosas que ver

Las paradas para las cervecitas se convertirán en un deseado ritual
  
El resto del grupo siguió camino hacia el albergue y comieron allí. Nuestra idea era ir a comer al famoso Casa Panchón, pero no nos gustó lo que tenían de menú del día.
Nos gustó más el de Casa Campa, que está justo enfrente y además era más barato, 8 euros. Comimos fabada, filetones con patatas, requesón casero con miel artesanal…todo abundante y bueno. Pasamos un rato  muy bueno entre risas y charla. Antes de salir del bar vi que anunciaban en un cartel los famosos “carajillos del profesor” muy típicos de Salas, pero no quedaban ¡me cachis!.




Preciosa pero dura subida después de comer

 
Hacia el albergue de Bodenaya

Con la barriga bien llena enfilamos los casi 7 Km. que nos faltan para llegar al Albergue, todos íbamos allí, menos Anat, que estaba bastante resentida de la espalda y estaba pensando en volverse a Oviedo.
Javi lleva una bolsa con 3 ó 4 kilos de tomates, para la cena. Habíamos visto el perfil de la etapa y sabíamos que ahora tocaba subir ¡pero no tanto! ¡qué subida! Al principio íbamos por un bonito camino lleno de castaños y robles, mucho agua y el río Nonaya al lado con algún puente que lo cruza, pero luego tuvimos que ir por la carretera nacional bastante rato, suerte que no había mucho tráfico, y pasar por debajo de una altísima autovía con unos pilarotes gigantescos, feos, feos.




Este largo tramo por la carretera es bastante peligroso porque no hay arcenes



A pesar de lo feo de la autovía, estamos rodeados de bosques



¡¡¡Seguimos subiendo!!!


Y subiendo y subiendo, dejamos el asfalto y volvemos a los caminos, ¡ya falta menos!

 Cuando dejamos la carretera seguimos un rato más subiendo por pistas y más cerca del albergue se suavizó algo. Hoy también me toca perder algo, ahora han sido las gafas de sol. Ya íbamos todos sin levantar la cabeza y sudando como pollos, pero tardamos poco más de hora y media, yo creo que está bastante  bien.

De este albergue también teníamos muy buenas referencias y aunque yo pensaba que era público, resulta que es privado, pero no tiene precio establecido sino que das la voluntad.




El Albergue de Bodenaya es pequeño y acogedor


Cuando llegamos ya estaban allí algunas de las personas que había en San Juan la noche anterior y el resto del grupo de Salas. También estaba Alejandro, el hospitalero, un tío muy majo.
No dijo que nos podíamos duchar tranquilamente y darle la ropa para poner la lavadora.
Mientras rellenaría las credenciales ¿no es un encanto? El albergue es una casita pequeña de aldea, separada de un hórreo por un patio cubierto lleno de carteles y flechas donde te indican a cúantos Km. están algunas ciudades, entre ellas nuestra meta, Santiago de Compostela, ¡256 Km.  nos faltan todavía!  Madre mía, ¿qué nos deparará el camino en tantos Km.?




 
Mientras nos vamos acoplando y Alejandro se dispone a rellenar la credencial al último del grupo, lo mira con asombro y le dice ¡te ha tocado!  ¡Eres el Peregrino 2000 del año!  Jo, qué cara se le quedó a Alberto…no entendiendo así de pronto, y le pregunta ¡y eso qué quiere decir? Pues que te toca fregar los platos…Ja ja ja, cómo nos reímos todos, se lo estuvimos recordando toda la noche, menos mal que Alejandro luego le dijo que era broma (lo de fregar los platos), pero si, 2000 peregrinos por su pequeño albergue en lo que va de año ¡qué barbaridad!.




El hospitalero Alejandro y el Peregrino 2000, Alberto

Este albergue es muy acogedor. Lo primero que tienes que hacer es dejar las botas fuera (como en los dibujos animados japoneses). En la planta baja está la zona de estar, el comedor y la cocina con una nevera llena de cervecitas, creo que a euro. También hay un baño bastante grande con ducha, que huele a canela y limón. Está todo lleno de detalles viajeros y de libros. Entre tarea y tarea Alejandro se afana en la cocina, de la que salen olores muy agradables.




Alejandro en su cocina
 Arriba se llega por una empinada escalera y están los dormitorios, con literas y camas, y otro baño amplio. Todo está limpio y las camas tienen mantas.
Pasamos la tarde tranquilamente mientras poco a poco van llegando los últimos peregrinos. 



La tarde da para mucho, escribir, charlar, pasear...

Alguien comenta que cuando lleguemos a Santiago vayamos al mercado de abastos, compremos lo que queramos en los puestos y en el bar nos lo preparan por el 10% de la compra. Parece buena idea.

 

Estrechando lazos con cerveza...

La cena la ha preparado Alejandro y algunos compañeros le han echado una mano. Al poner la mesa van apareciendo fuentes de ensalada de tomates (los de Javi), ensalada de pasta, tortillas de patatas, jarras de salmorejo, jarras de vino del Bierzo, y yo que estoy todavía con la comilona del mediodía sin digerir, me he propuesto picar solo un poco de ensalada de pasta, ¿y qué ocurre? Que me ponen a mí la primerita un platazo de lentejas con arroz, ¡dios! ¿Cómo voy a comerme todo esto? La cosa es que me lo comí porque estaban superbuenas, y además probé de todo lo demás. Alejandro presidió la mesa y lo pasamos genial, nos reímos un montón y comimos de lujo.



¡Pero qué buena cena nos pegamos!
 
 La mayor parte de la cena estuvimos escuchando una música celta muy chula, del grupo Peregrino Gris, que le gusta mucho a Alejandro. Luego nos preguntó a todos a qué hora queríamos que nos despertara, a todos a la vez, nada de uno por aquí otro por allá. Acordamos que sería a las 6 y media y él se encargaría de tenernos el desayuno preparado 10 minutos después.
Nos fuimos a la cama la mar de contentos. Ha sido un día estupendo.



Yllana, David, Alberto, Mica, Goyo, Chusmari, Pepa, Fernando, Roberto, Peter, Peter, Manfred, Javi y Joan. Ya éramos una piña...




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