18 de septiembre de 2012

Etapa 9. Lugo-Ferreira. 28,4 km.


Empieza el “jaleo” bien temprano y como de costumbre, recogemos todo, nos “arreglamos” los pies y salimos de noche con nuestras mochilas y bastones a buscar un bar para desayunar.
Nos pasa como ayer, en las cafeterías tan temprano hay poca gente atendiendo, con lo que, a poco que nos vamos juntando, el servicio va pareciendo más lento y los que van llegando se desesperan, como les pasó a los alemanes, que después de un buen rato esperando se tuvieron que ir a buscar otro bar.
Aun así, después del rato que tardamos, empezamos ruta y entre que era de noche y que la bruma era muy espesa, no veíamos casi nada. Salimos del recinto amurallado por la puerta de Santiago y caminamos bastante rato junto al río Miño.



No se ve bien, pero se intuye un bonito paisaje. Hoy se nos ha unido al grupo la simpática mejicana Marisol.

Pasamos por algunos tramos de bosque y por muchos maizales. Vemos vacas y huertos.



A los 10 Km. hemos llegado a San Vicente do Burgo, donde está Parrillada As Searas, un lugar con aspecto de bar de cazadores.  

Como no hace buen día nos metemos todos dentro y los compañeros ya se estaban metiendo entre pecho y espalda un buen desayuno a base de tostadas de huevos con jamón. Los bocadillos tenían un aspecto...entraba hambre solo de verlos.
Nosotros nos pedimos uno de tortilla con queso que quitaba el hipo de bueno.


Iglesia y cementerio de San Vicente do Burgo, de época barroca.

Estando allí,  Joan, desde su supermóvil, ha llamado al albergue donde queremos pernoctar, en Ponte Ferreira, que es privado, y hemos reservado para todos nosotros, para los alemanes y para Marisol, además también hemos dejada encargada la cena.
A partir de aquí lo mejor es llevar asegurado el alojamiento.
Ahora le llamamos a Joan “el abuelo tecnología” porque desde su móvil es capaz de encontrar cualquier cosa que se proponga.


Después de ir casi todo el rato por carretera, a 10 km de Lugo llegamos a San Vicente do Burgo.

Antes de irnos le hemos pedido un chupito y nos ha sacado una botella de orujo casero que me ha dejado la boca que no me la siento, de fuerte que estaba, así hemos entrado en calor del tirón.
Todavía está el cielo cubierto, el camino es cómodo y apenas hay pendientes, aunque casi todo por carretera. Vamos pasando por pequeñas aldeas con las típicas y oscuras casas de piedra, paneras, cabazos...

 
Este tìpico cabazo hace el punto de inflexión en el camino, las flechas nos envían hacia el bosquecillo
 
Vamos pasando pequeñas aldeas sin tiendas, ni bares, donde predomina la arquitectura típica gallega

Los letreros a la entrada de las aldeas indican “Concello de…” o “Parroquia de…”, para mí es un lío. Otra vez vamos a la cola del pelotón Mica, Javi, Fernando y yo. Como (menos Javi) somos andaluces, nos han apodado los “cohitos” y nos lo hemos tomado con bastante guasa.


Pasada la aldea de Seoane

Camino de San Román da Retorta

Entre asfalto y asfalto, nos adentramos por un caminos superguapos, pero duran muy poco y volvemos a la carretera, menos mal que apenas pasan coches.
Al parecer en Galicia a estos caminos por los que vamos los llaman “corredoiras”, te pongo una descripción que me parece muy bonita y se adapta muy bien a esos bellos caminos por los que hemos pasado:
Una CORREDOIRA es un camino estrecho entre muros y heredades, sólo capaz para poder pasar un carro.
La CORREDOIRA, como camino rural para servicio de las labores de campo y montaña, atraviesa sotos, fragas y robledales; pone en comunicación unas aldeas con otras; sube a las cumbres gateando por las pendientes; desciende a los valles para esconderse bajo el ramaje de los árboles, que a modo de toldo le dan sombra.
( sic Juan Cuveiro Piñol - Diccionario gallego - Barcelona 1876 ).



Nos tienden una alfombra para entrar al bosque
 
El reino del silencio...
 Por fin llegamos a San Román da Retorta. Yo creía que iba a ser más grande, pero no, es un pueblo muy pequeñito.
Tiene un bar a pie de carretera con un entoldado en el jardín donde están nuestros compañeros refrescándose con cervecitas.


Parada en San Román da Retorta
Ya ha despejado el día y ahora hace calor.  La parada viene muy bien. También están los alemanes. Alberto está bastante entretenido probando las diferentes posibilidades de su cámara de fotos. Ha estado un rato persiguiendo a una araña peluda cámara en mano.


¡Pero qué grupo más chulo! Además de los habituales, están Marisol, que la conocimos en Lugo, Manfred y Peter. Faltan Javi que está haciendo la foto y Roberto que aparece y desaparece

 Al poco de retomar el camino, cogemos la variante “romana” que se inicia a partir de un miliario romano (de imitación) y todavía nos quedan unos 10 Km. Vamos con la tranquilidad de saber que el alojamiento está asegurado, pero aun así no podemos parar, estamos deseando llegar y descansar los pies. Además desde las 12 que salió el sol, cada vez hace más calor. 

A la salida de San Román está réplica de miliario romano, justo donde empieza la variante por la vía romana
Seguimos pasando por aldeas típicas en las que no vemos un alma

Pequeño cementerio junto a la iglesia de Pacio, ya cerca de Ferreira


Encontramos un letrero que nos indica el Albergue de Ponte Ferreira a 1 Km. y nos dio mucha alegría. Cuando ya llevábamos lo que creíamos que era casi un Km., encontramos otro letrero indica 600 m. ¡qué sorpresa más desagradable!
Como a 600 m encontramos otro que ponía 200 m. ¿seguro que han medido bien? ¿Ónde está ese albergue, por dió?
Por fin, pasando por un bonito y pequeño puente de origen romano sobre el río Ferreiras, a las 3 llegamos al albergue.
Nos reciben los dueños, una pareja muy agradable, peregrinos ellos también, y nos comentan las cuatro cosas más importantes. Esperan que le demos la ropa para poner la lavadora cuanto antes, para que dé tiempo a que se seque al sol.
En la planta baja tiene un pequeño bar, una zona de mesas con máquinas de bebidas y de comida, un baño y algunas habitaciones. También está la zona de cocina del bar.
Nuestro cuarto está arriba, “uno para todos”. Es muy amplio y muy cómodo. También nos han dado sábanas desechables.
Se ve todo nuevo y muy limpio, bastante cuidado.
Dormir aquí cuesta 10 euros y la cena 8. El desayuno hay que tomarlo de las máquinas, porque por aquí cerca no hay bares ni tiendas.
Después de ducharnos y ponernos cómodos, nos disponemos a terminar con las existencias de comida que llevamos todos en las mochilas, porque a partir de mañana ya habrá muchos más sitios donde abastecernos.



Así que sacamos salchichones, quesos, panes, latas de conservas, fruta...escondidos del sol bajo una gran sombrilla en medio del patio.
También estaba allí Manu, que paró a comer con nosotros y luego siguió ruta. Algunos se fueron a dormir la siesta y otros nos quedamos allí.
Tenían un licor artesanal muy bueno y, a base de chupitos, acabamos con las existencias del bar.
Poco a poco fueron apareciendo otra vez los demás. No nos movimos mucho por los alrededores, más bien nada, y pasamos la tarde entre risas y charla.


Con los alemanes nos entendíamos en inglés (yo poco, la verdad) y ellos decían algunas cosas en español de una manera muy graciosa. A Manfred, ese chico tan serio, le encantaba decir “cohonessss” y se partía de risa.
Del patio pasamos al comedor, adosado al patio, que también tiene sillones y sofás, y allí nos quedamos de cháchara con David hasta que, cerca ya de las 8, empezaron los preparativos de la cena.
Nosotros éramos 13, pero había algunas personas más. Cenamos ensaladas, macarrones y tartas caseras. Una cena discreta, pero no estuvo mal.
Como te podrás imaginar, el rato de la cena fue muy divertido y no parábamos de charlar y de reírnos.


A la izquierda, el dueño y la dueña del albergue

Antes de retirarnos, los dueños nos estuvieron contando la historia de cómo habían llegado hasta allí y nos invitaron ¡a más chupitos! Esta vez de pacharán.
Yo ya no podía más, brindamos por su éxito (llevan poco tiempo abiertos) y yo me retiré esperando poder disfrutar del silencio y la paz que allí se respiraba.
Me resultó un día muy agradable, aunque esta vez no tanto por la calidad de los paisajes, sino más bien por la calidad de las personas.



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